Tengo el fetichismo de los nombres y el tuyo me prenda y enloquece. ¡Rigoberto!
Es viril, es elegante, es broncíneo, es italiano. Cuando lo pronuncio, en voz baja, solito
para mí, me corre una culebrita por la espalda y se me hielan los talones rosados que me
dio Dios (o, si prefieres, la Naturaleza, descreído). ¡Rigoberto! Reidora cascada de aguas
transparentes. ¡Rigoberto! Amarilla alegría de jilguero celebrando el sol. Ahí donde tú
estés, yo estoy. Quietecito y enamorado, yo ahí. ¿Firmas una letra de cambio, un pagaré,
con tu nombre cuatrisílabo? Yo soy el puntito sobre la i, el rabito de la g y el cuernito de
la t. La manchita de tinta que queda en tu pulgar. ¿Te desalteras del calor con un vasito
de agua mineral? Yo, la burbujita que te refresca el paladar y el cubito de hielo que
escalofría tu lengua-viborita. Yo, Rigoberto, soy el cordón de tus zapatos y la oblea de
extracto de ciruelas que tomas cada noche contra el estreñimiento. ¿Cómo sé ese detalle
de tu vida gastroenterológica? Quien ama, sabe, y tiene por sabiduría todo lo que
concierne a su amor, sacralizando lo más trivial de su persona. Ante tu retrato, me
persigno y rezo. Para conocer tu vida tengo tu nombre, la numerología de los cabalistas y
las artes adivinatorias de Nostradamus. ¿Quién soy? Alguien que te quiere como la
espuma a la ola y la nube al rosicler. Busca, busca y encuéntrame, amado.
Tuyo, tuyo, tuyo
El fetichista de los nombres.
VLL
conliigeroscambios,claro.
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